Hoy, 22 de octubre de 2024, celebramos el segundo aniversario del gobierno presidido por Giorgia Meloni, un ejecutivo que marcó un punto de inflexión histórico para Italia, no solo por ser el primero dirigido por una mujer, sino también por los importantes resultados alcanzados durante este intenso periodo. El documento que resume los «dos años de gobierno» pone de relieve una trayectoria caracterizada por la voluntad de respetar el programa con el que la coalición de centro-derecha se presentó a los italianos en 2022, ganándose una confianza clara y sólida.
En estos dos años, Italia ha asumido un papel nuevo y central a nivel internacional, recuperando un papel de liderazgo tanto en Europa como en el resto del mundo. El gobierno de Meloni se ha centrado en una estrategia basada en la coherencia y el pragmatismo, afrontando retos complejos como la crisis energética, las tensiones geopolíticas y la necesidad de relanzar una economía nacional que ha salido de años de incertidumbre.
Desde el punto de vista económico, las cifras hablan por sí solas. Italia registró niveles récord de empleo, con más de 24 millones de trabajadores activos y una tasa de paro en mínimos históricos. Las reformas del mercado laboral, que incluyen medidas como los incentivos a la contratación y la eliminación de la Renta de Ciudadanía, han reducido la precariedad y aumentado la estabilidad del empleo. Incluso el sur de Italia, tradicionalmente una de las zonas más frágiles del país, se ha beneficiado de inversiones récord, superando la media nacional en términos de crecimiento económico.
Italia también experimentó una mejora de sus finanzas públicas, con una caída del diferencial hasta un mínimo histórico. Este dato no sólo supone un respiro para las cuentas públicas, sino también una clara señal de la confianza de los mercados internacionales en la estabilidad económica del país. La reducción del diferencial no es sólo un dato técnico, sino que refleja un cambio de clima que se echaba en falta desde hace años, especialmente durante los gobiernos anteriores, que a menudo carecían de una visión a largo plazo.
Además de sus logros económicos, Italia ha retomado un papel destacado en la escena internacional. La política exterior del gobierno Meloni se ha centrado en estrechar los lazos con el Mediterráneo y África, promoviendo una cooperación más justa a través del «Plan Mattei», destinado a crear una asociación estratégica que mire hacia el desarrollo mutuo. Esta visión ha llevado a Italia a reafirmar su posición dentro de la OTAN y la Unión Europea, manteniendo un equilibrio estratégico con potencias mundiales como China y Estados Unidos.
En el ámbito interno, el Gobierno ha iniciado importantes reformas fiscales y judiciales, con el objetivo de simplificar la relación entre el Estado y los ciudadanos, reducir la carga fiscal de las familias y las empresas y agilizar el sistema judicial. Estas reformas pretenden que Italia sea más competitiva, fomentando el desarrollo económico y garantizando una mayor equidad social.
A pesar de estos resultados, la reacción de la oposición ha sido todo menos constructiva. La izquierda, que ha gobernado durante años sin conseguir invertir una trayectoria económica estancada, se ve hoy en la obligación de contar con cifras que atestiguan una mejora objetiva. Rebatir cifras tan evidentes corre el riesgo de aislar aún más a las oposiciones, alejándolas de las necesidades reales del país. Seguir en esta línea de crítica puramente estratégica parece una opción miope, sobre todo ante una realidad que parece muy diferente de la de hace sólo unos años.
La política italiana ha adolecido a menudo de promesas incumplidas, pero el Gobierno de Meloni parece haber invertido esta tendencia. Esta vez, de hecho, los hechos están precediendo a la narrativa. Los opositores, aún atados a viejos patrones, siguen subestimando el cambio que se está produciendo. El verdadero reto ahora es transformar estos éxitos iniciales en un proyecto a largo plazo que garantice un crecimiento duradero y sostenible para Italia. Pero, viendo los resultados hasta la fecha, está claro que la dirección tomada es la correcta.
Cumplido este primer bienio, el gobierno de Meloni muestra todos los signos de salud que le permitirán seguir trabajando con la misma determinación, para que los avances logrados no sean sólo temporales, sino que puedan consolidarse en una nueva etapa de prosperidad para el país.