Donald Trump, maestro indiscutible en el arte de la comunicación, no deja de sorprender. En su red social Truth, el presidente electo ha lanzado otra bomba mediática: Jon Voight, Mel Gibson y Sylvester Stallone serán los «embajadores especiales» de una nueva misión para devolver a Hollywood su gloria. Un movimiento que mezcla patriotismo, nostalgia y espectáculo para declarar la guerra al pensamiento woke que, según Trump, ha asfixiado a la industria cinematográfica estadounidense.
«Es un honor para mí anunciar que Jon Voight, Mel Gibson y Sylvester Stallone serán embajadores especiales de un lugar grandioso pero muy problemático, Hollywood, California», escribió Trump con su inconfundible estilo. «Serán mis enviados especiales con el propósito de hacer que Hollywood, que ha perdido muchos negocios en favor de países extranjeros en los últimos cuatro años, ¡sea aún más grande, mejor y más fuerte que antes!».
El anuncio llegó con toda la carga simbólica de los tres elegidos. Voight, actor experimentado y uno de los pocos de Hollywood que apoya públicamente a Trump, es desde hace tiempo una figura entre los conservadores. Gibson, visionario director y rostro icónico de Braveheart, representa al guerrero intransigente que lucha por la libertad, mientras que Stallone, el legendario Rocky Balboa, es la encarnación del hombre común que nunca se rinde. No en vano, Stallone se refirió recientemente a Trump como «el segundo George Washington», subrayando los paralelismos entre el decidido liderazgo del presidente electo y los principios fundacionales de Estados Unidos.
Detrás de la elección de Voight, Gibson y Stallone hay algo más que una estrategia cultural. Trump está construyendo una narrativa que combina el patriotismo con los símbolos de un Hollywood predespierto, capaz de ganarse el corazón de la gente con historias de valor, sacrificio y perseverancia. Este atractivo no es nuevo en la política estadounidense: en los años 80, en plena Guerra Fría y bajo la presidencia de Ronald Reagan, personajes como Rocky Balboa y John Rambo, ambos interpretados por Stallone, se convirtieron en emblemas del patriotismo estadounidense.
Rocky, en su épico enfrentamiento con Ivan Drago en Rocky IV, representaba el mensaje de libertad y deportividad de Estados Unidos frente a una Rusia sin valores. Drago, el boxeador soviético, no sólo simbolizaba un régimen carente de moral, capaz de matar a Apollo Creed sin remordimientos, sino que también encarnaba un sistema injusto que se basaba en el dopaje para crear un campeón artificial, en marcado contraste con la determinación y lealtad de Rocky.
Rambo, por su parte, en su enormemente popular segundo capítulo, hizo justicia a los abandonados y a menudo olvidados veteranos de guerra estadounidenses, gritando con dolor y orgullo: «Quiero que nuestro país nos ame, tanto como nosotros lo amamos«. Su misión de liberar a los prisioneros de guerra de los malvados enemigos rusos no era sólo una batalla personal, sino un acto simbólico para redimir a la propia América, demostrando que el patriotismo y el sentido del deber pueden superar cualquier adversidad.
Mel Gibson, por su parte, ha encarnado a héroes atemporales como William Wallace en Braveheart, pero sobre todo a Benjamin Martin en El patriota. Esta última película, que narra las hazañas de un hombre corriente en la lucha por la independencia de Estados Unidos, representa a la perfección los valores (y sufrimientos) en el origen de este país. El personaje de Martin refleja el espíritu de lucha de una nación nacida del sacrificio, el amor a la libertad, a Dios y a la familia, y la resistencia contra toda tiranía.
La Edad de Oro que Trump imagina para Hollywood se inspira en aquellos años, cuando las grandes pantallas se llenaban de héroes que encarnaban el orgullo estadounidense y la lucha por la libertad. En este contexto, «Make Hollywood Great Again» podría convertirse en uno de los nuevos lemas de su administración, con un fuerte recuerdo de un Hollywood que celebraba abiertamente los valores estadounidenses y el liderazgo mundial.
Trump, como un director político, pretende ahora recrear esa narrativa, reclutando a sus «embajadores especiales» para liderar una nueva batalla cultural contra la ideología woke y dar a los estadounidenses una industria cinematográfica de la que sentirse orgullosos.
¿Conseguirá Trump conquistar Hollywood? Sin duda, su propuesta no dejará de suscitar debate. Entre partidarios entusiastas y detractores dispuestos a gritar agresión cultural, una cosa es cierta: Trump ha vuelto a captar la atención del mundo. Y mientras el patriota Jon Voight, el rebelde Mel Gibson y el indomable Rocky se preparan para salir al campo de batalla, Hollywood se encuentra en el punto de mira de una nueva batalla cultural.
El reto está servido: ¿será el comienzo de una nueva era para el cine estadounidense o un acto más en una guerra interminable entre visiones opuestas? Se adaptarán Disney y Netflix tras la deriva ideológica de los últimos años? Solo el tiempo lo dirá, pero una cosa es segura: con Trump al frente, el entretenimiento está garantizado. Prepara las palomitas.