Juras Zahorski es un periodista y exiliado bielorruso. Por razones de seguridad no utiliza su verdadero nombre.
¿Qué razón le empujó a salir de su país, Bielorrusia?
Dejé Bielorrusia por una combinación de razones. Antes de la crisis política de 2020, trabajaba como periodista para un medio de comunicación que las autoridades declararon ilegal. En 2023-2024, la persecución se extendió incluso a antiguos empleados de medios independientes. El detonante final fue que los agentes de los servicios de seguridad empezaron a buscarme: intentaban “invitarme a una conversación” sin explicarme en qué caso y en qué estado. En Bielorrusia te pueden detener y condenar por cualquier crítica a las autoridades, incluso por un comentario, un like o un repost de contenido de medios independientes. En una situación así, el riesgo de acabar en la cárcel incluso tras una breve “conversación” era extremadamente alto. Por eso decidí marcharme. Los últimos meses antes de mi marcha fueron especialmente duros desde el punto de vista psicológico: vives en un estrés constante y ya ni siquiera puedes dormir con normalidad.
¿Ha empeorado la represión en Bielorrusia desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania?
Sí, la represión se ha intensificado. A pesar de la represión de las protestas después de 2020, con el comienzo de la guerra a gran escala, la gente comenzó de nuevo a celebrar acciones contra la guerra, a hablar en las redes sociales y a hacer donaciones. En Bielorrusia, cualquier postura pública contra la guerra conlleva el riesgo de ser detenido. El ejemplo más llamativo es el de la iglesia protestante New Life de Minsk. Por su postura de protesta y contra la guerra, se le privó de su edificio y de su registro. Durante un año y medio, la congregación celebró servicios dominicales en la calle, cerca del edificio confiscado, donde se rezaba por el fin de la agresión rusa. Como consecuencia, se prohibió la actividad de la iglesia y sus cuentas en las redes sociales fueron tachadas de “extremistas”. Recientemente, la persecución de la postura antibelicista se ha institucionalizado. En 2024-2025, las autoridades llevaron a cabo el nuevo registro de todas las comunidades religiosas en virtud de nuevas leyes. Ahora, las personas condenadas por artículos “políticos” no pueden ser fundadores de comunidades ni ejercer el ministerio.
La persecución religiosa del régimen de Lukashenko es mayor en el caso de la Iglesia católica, ¿cuál es la situación de los católicos en Bielorrusia?
Los representantes de todas las confesiones en Bielorrusia se enfrentan a represiones. Pero, aunque los católicos representan alrededor del 10% de la población del país, los católicos romanos y griegos representan casi la mitad de los casos conocidos de persecución de sacerdotes y ministros: 40 de 88. La mayoría de las veces se trata de castigos administrativos – cortas penas de detención y multas -, pero también hay condenas graves. Al menos ocho sacerdotes han abandonado el país o han sido expulsados. El primer ejemplo llamativo de represión contra la Iglesia católica fue la prohibición de entrada en Bielorrusia al arzobispo Kаndrusiewich en 2020, después de que condenara la violencia de las fuerzas de seguridad. Aunque era ciudadano bielorruso, no se le permitió regresar al país, y Lukashenko acusó a la Iglesia católica de “actividad antiestatal”. Algunos explican su rápida jubilación como resultado de la injerencia del gobierno.
Durante las protestas, se celebraron oraciones ecuménicas por Bielorrusia en la “Iglesia Roja” de Minsk, y la gente se escondió allí durante la represión. Como consecuencia, el párroco Vladislau Zavalniuk y la parroquia fueron expulsados de la iglesia. La razón oficial fue un incendio en octubre de 2022, pero no se publicaron detalles al respecto, por lo que muchos creen que fue un acto de represalia inventado. La iglesia está ahora cerrada “por reconstrucción”. En 2024, Zavalnyuk fue destituido de la dirección de la parroquia. Él mismo dijo que fue enviado de “vacaciones inmerecidas por orden de arriba – pero no del Papa”. Se cree que fue una exigencia de las autoridades seculares a cambio de devolver la iglesia a los creyentes. El padre Vyacheslav Barok fue perseguido en repetidas ocasiones por su blog y su participación en protestas pacíficas, por lo que se vio obligado a marcharse. Sus cuentas en las redes sociales y sus vídeos fueron declaradas “extremistas”. Entre los reprimidos también había activos creyentes laicos. Ales Bialiatski, Premio Nobel ahora encarcelado, fue en el pasado un activista católico y fundó la organización de derechos humanos más influyente de Bielorrusia, “Viasna”. Vitold Ashurak, uno de los primeros presos políticos torturado hasta la muerte en prisión, también era un católico activo.
En 2022 las autoridades prohibieron que se cantara un himno en las iglesias. ¿De qué himno se trata y por qué fue prohibido?
Es el himno patriótico bielorruso “Mahutny Boža” (“Dios todopoderoso”). Fue escrito durante la Segunda Guerra Mundial por un activista antisoviético bielorruso y se convirtió en himno espiritual de los bielorrusos en los años de la independencia. A menudo se interpretaba durante los servicios religiosos, y hasta 2021 hubo incluso un festival de música sacra en Bielorrusia que llevaba su nombre. Durante la crisis política, “Mahutny Boža” se convirtió en uno de los himnos de protesta, y el líder de la Iglesia Ortodoxa de Bielorrusia ha prohibido cantar este himno en la iglesia.
¿La idea del régimen es que la única Iglesia verdadera es el Patriarcado de Moscú?
Yo diría más bien que se trata de una exigencia de Rusia al régimen de Lukashenko, más que del propio deseo de las autoridades bielorrusas. La ortodoxia rusa es la confesión dominante en Bielorrusia y la más controlada tanto por Moscú como por Minsk. La Iglesia Ortodoxa Rusa de Bielorrusia actúa como organizadora de acciones de apoyo humanitario e ideológico a la agresión rusa contra Ucrania: recauda fondos y participa en campamentos militarizados de jóvenes que promueven la narrativa rusa. Por separado, en este contexto, cabe mencionar el convento de Santa Isabel de Minsk, el mayor centro de influencia ideológica rusa a través de la religión. Para las autoridades, el factor principal es la lealtad a las políticas de Lukashenko y Rusia. Aunque la Iglesia católica está oficialmente reconocida como tradicional, a menudo se percibe como una “influencia occidental” debido a sus conexiones con Polonia. Por eso, las acciones contra los relatos históricos occidentales también afectan a los católicos. Por ejemplo, en 2022 comenzó una oleada de destrucción de tumbas militares polacas de la Segunda Guerra Mundial, y se retiraron de algunos territorios eclesiásticos monumentos y placas en honor de figuras católicas antirrusas o que documentaban la verdad histórica sobre el terror comunista.
El padre Henrykh Akalatovich fue condenado el 30 de diciembre en Bielorrusia a 11 años de prisión por “alta traición”. ¿Qué sabe de este caso?
Por lo que sabemos de medios independientes, el padre Henryk Akaltovich fue detenido el 17 de noviembre de 2023 y condenado a 11 años de cárcel en una colonia de máxima seguridad, acusado de “espionaje para Polonia y el Vaticano”, lo que él califica como una “flagrante provocación”. Akaltovich considera que el juicio es político, se niega a participar en provocaciones contra otros jerarcas católicos, sigue ayudando a presos de diversas confesiones y ve en ello el cumplimiento del mandato evangélico de “visitar a los encarcelados”. Durante su detención, sufrió un infarto de miocardio y anteriormente fue operado de un cáncer de estómago, por lo que requiere supervisión médica continua. El padre Andrzej Yukhnevich también está en prisión, condenado a 13 años. Inicialmente se le acusó de sabotaje militar, pero el caso se reclasificó después como “actos lascivos con menores”. Los defensores de los derechos humanos denuncian que sufrió torturas. En prisión, se le asignó un “estatus social bajo”, una categoría en la jerarquía penitenciaria que conlleva aislamiento y riesgo de violencia física, psicológica y sexual por parte de otros reclusos. Anteriormente, también prestaba apoyo espiritual a otros presos, pero su bajo estatus le ha privado de esta oportunidad. Recientemente, otro monje carmelita polaco ha sido detenido, también acusado de espionaje.
¿Qué opina de la reciente liberación de 14 presos políticos, entre ellos el líder de la oposición Sergey Tikhanovsky? ¿Cree que cambiará algo?
Considero positiva la liberación de presos políticos. Ante todo, las personas en sí son valiosas: sirven de ejemplo de fe, principios y acción. Me alegra especialmente cuando los liberados son personas que conozco personalmente. En general, lo considero un signo de progreso y cambio en Bielorrusia. Pero no creo que deba cambiar nuestra actitud hacia el régimen de Lukashenko. Las liberaciones son una forma forzada de regateo, normalmente con fines económicos, más que un signo de arrepentimiento. Por ejemplo, los 52 presos políticos liberados recientemente se convirtieron de hecho en una “moneda de cambio” a cambio del levantamiento de las sanciones impuestas a la compañía aérea estatal. Simplemente se intercambiaron personas por la capacidad de reparar aviones. En cuanto a la liberación de Tikhanovsky, es difícil predecir el impacto práctico que ésta -u otras liberaciones- podría tener en la situación. En 2020, fue un activista importante, pero ahora su papel es sobre todo simbólico. Aun así, después de algún tiempo, creo que podremos sacar conclusiones.
¿Qué opina de la oposición bielorrusa?
La oposición bielorrusa es una comunidad compleja con diferentes estructuras y posiciones. En general, considero útil la existencia de organizaciones opositoras en la diáspora: permite un diálogo sistemático con Occidente y plantear cuestiones bielorrusas tanto dentro del país como en el extranjero. Podría decirse que la “Bielorrusia independiente”, aunque carece de territorio, grandes fondos o ejército, tiene un Ministerio de Asuntos Exteriores que funciona con mucha más eficacia que el del régimen. La reciente liberación de presos políticos, gracias a la mediación de Estados Unidos, sirve para confirmarlo. En comparación, la diáspora rusa carece de estructuras similares, por lo que no hay nadie que abogue por sus presos políticos.