Hay noticias que no cambian el curso de la historia, pero ayudan al estado de ánimo de un día. Carola Rackete, la ex capitana de la Sea Watch que se convirtió en heroína de la izquierda radical europea por embestir a una patrullera de la Guardia di Finanza italiana, ha dimitido finalmente del Parlamento Europeo. Y lo ha hecho con el tono petulante de quien realmente cree haber cumplido una misión histórica.
Mi candidatura y mi mandato pretendían contribuir a la renovación del partido Die Linke, un proceso que se está desarrollando con éxito», declaró con su habitual seguridad en sí misma. Traducido del lenguaje político progresista: utilicé el Europarlamento como megáfono mediático y ahora puedo irme como ganadora, aunque nadie se hubiera dado cuenta antes.
En el comunicado de La Izquierda, que la aclama como una especie de «heroína para tanta gente en toda Europa», se puede leer toda la retórica que ha acompañado su ascenso político: batallas climáticas, derechos de los trabajadores, inmigrantes, y otra vez inmigrantes. Inevitable es la mención de las «horribles políticas migratorias» de la UE, es decir, las que -aunque con mil contradicciones- siguen intentando evitar que el Mediterráneo se convierta en una autopista sin peaje para la inmigración ilegal.
Pero volvamos a ella. Rackete se había hecho famosa por desafiar al gobierno italiano en 2019, cuando decidió atracar con su barco cargado de migrantes en Lampedusa contra la prohibición de las autoridades italianas, poniendo en peligro la seguridad de quienes intentaban hacer cumplir la ley. Un gesto que, en un país normal, habría sido condenado. En Europa, en cambio, la llevó a Estrasburgo entre la izquierda radical.
Ahora que se marcha, con su «espíritu colectivo» -entre comillas-, esperamos al menos una cosa: que no vuelva al mar con el timón en una mano y el código penal en la otra, dispuesta a desafiar de nuevo a las fuerzas del orden en nombre de un falso humanitarismo que sólo sirve a los intereses de las ONG y los traficantes de seres humanos.
Que quede claro: todo el mundo es libre de tener sus propios ídolos. Pero que se siga presentando a Carola Rackete como una mártir, cuando violó la ley italiana, desobedeció órdenes militares y puso en peligro vidas humanas, es una narrativa que merece ser descartada. Al igual que, finalmente, su mandato como eurodiputada.
Buena suerte, Carola. Pero lejos de nuestras costas, gracias.