Los esclavos del régimen castrista

“Quien conoció la esclavitud no quiere nunca más volver a ser esclavo,” decía Fidel Castro en febrero de 1993, sin embargo, de la mano del régimen socialista instaurado por la revolución cubana en 1959, la esclavitud ha vuelto a Cuba. El primer informe integral sobre el trabajo forzoso en las prisiones de Cuba, presentado por la organización “Prisoners Defenders”, es un testimonio demoledor sobre lo que está ocurriendo en la isla. Un documento exhaustivo que expone como 60.000 de los más de 127.000 presos y sancionados en régimen abierto del país, están obligados a la realización de trabajo forzoso al servicio del Estado, lo que en principio constituye una medida punitiva, pero que en realidad sirve el propósito de generar grandes beneficios económicos para el régimen. Estos nuevos esclavos forzosos trabajan bajo condiciones inhumanas en la elaboración de carbón vegetal de marabú, tabaco o el corte de caña de azúcar, y el fruto de su trabajo se destina a la exportación de países como España, Portugal, Italia, Grecia y Turquía, entre otros.

El informe fue detallado el pasado lunes en una rueda de prensa celebrada online y presentada por la periodista cubana Camila Costa y Javier Larrondo de “Prisioners Defenders”, y contó con la participación de los exeurodiputados Javier Nart y Leopoldo López, que calificó al sistema cubano de “feudalismo”, y también el eurodiputado del PPE Antonio López Istúriz y Blas Jesús Imbroda, decano del Colegio de Abogados de Melilla. Larrondo explicó las cifras del informe y calificó al régimen cubano como un “gobierno criminal por lo que está haciendo con su pueblo… la única forma de detener esta esclavitud es detener las importaciones obtenidas mediante el trabajo esclavo”.

Los datos de la investigación, resultados del análisis de 53 testimonios válidos recogidos, son incontestables: todos los presos fueron obligados a trabajar bajo coacción, amenazas, violencia o represalias; el 69,81% no firmó contrato laboral; el 98,11% trabajó sin herramientas, formación y capacitación o útiles de trabajo necesarios; el 96,23% fue sometido a graves riesgos por las condiciones climáticas y ambientales (sol, calor, frío, plagas, etc.); el 45,28% de los declarantes sufrió violencia física durante el trabajo (la mitad de las mujeres sufrió acoso y violencia sexual de funcionarios y otros presos), y el 81,13% reportó graves deterioros físicos y psicológicos como consecuencia del trabajo forzoso en tales condiciones: mutilaciones, estrés postraumático, heridas graves, etc.

El informe también señala que el 94,34% de los presos fueron obligados a trabajar con enfermedades incompatibles con trabajos tan duros como el carbón, el corte de caña de azúcar, la agricultura o la construcción de mansiones privadas para los generales y altos mandos del régimen. El 98,11% no recibieron medicamentos para sus enfermedades, ni tratamientos ni seguimiento médico adecuados. De hecho, la gran mayoría han sufrido y sufren secuelas de salud causadas por el trabajo forzoso.

Las condiciones laborales de estos nuevos esclavos son prácticamente inexistentes y el salario supuestamente asignado, cuando es asignado, ni siquiera se pagó a un tercio de los declarantes o se retuvo con la excusa de usar la retención para pagar herramientas de trabajo, ropa, comida y agua. El 17% que sí cobró, recibió menos de 4 dólares al mes, una autentica miseria para una carga laboral de 63,06 horas semanales repartidas en jornadas de 6 a 7 días por semana y una media de 10 horas de trabajo diarias. A esto hay que añadir las pésimas condiciones de vida de los presos, por ejemplo, los que trabajan el carbón vegetal malviven en chabolas sin ventilación, carecen de colchones y no tienen refrigeradores para la comida. La gran mayoría de los presos comunes, y también políticos, que trabajan el carbón tienen una condena alta, por lo que aceptan estas condiciones para no volver a prisión. Este gasto mínimo en la fuerza de trabajo esclava reporta unos enormes beneficios al régimen. En 2023, Cuba exportó 61,8 millones de dólares de carbón vegetal (fue el sexto producto más exportado de Cuba), convirtiéndose en el noveno mayor exportador de carbón vegetal del mundo con destino a España y a los países mencionados anteriormente. Por cada saco de 15 kilos que un consumidor compra en España, los comercializadores españoles recibieron 21,6 dólares, el gobierno de Cuba 7,86 dólares y el trabajador forzoso menos de diez milésimas de dólar.

Pero si un producto es el símbolo de Cuba, ese es el puro habano; un símbolo también salpicado por la mancha de la esclavitud. El Grupo Tabacuba, una de las empresas más poderosas del país, emplea una formula mixta de personal especializado y presidiarios, que trabajan mal alimentados por un salario miserable, cuando hay salario, en jornadas de 10 horas. Para ello, Tabacuba ha instalado sus fábricas en el interior de las prisiones. Por ejemplo, en la prisión de Quivicán, trabajan 40 presos y 2 civiles, profesionales del tabaco, que enseñan su trabajo a los presos y llevan la contabilidad de la fábrica. La diferencia entre las condiciones de estos dos expertos y los presos no puede ser mayor: Cinco días de trabajo a la semana, de lunes a viernes, desde las 7:00 a las 16:30, y un salario de unos 40 mil pesos cubanos al mes (97 dólares) y pueden llevarse dos cigarros al día a casa. Los presos, por el contrario, entran a la fábrica a las 6:30 de la mañana y los devuelven a las 21:00 o 22:00, todos los días de la semana, excepto el domingo que trabajan hasta la hora del almuerzo y no tienen ningún descanso durante el día. Su salario, cuando su familia los recibe, es de 3.000 pesos cubanos (7,32 dólares), a cambio de confeccionar entre 50 y 130 cigarros al día.

Como es lógico, la exportación de productos obtenidos mediante mano de obra esclava puede y debe ser prohibida de inmediato por la Unión Europea, y este informe va encaminado hacia ese objetivo. Por ejemplo, el sistema de producción de carbón vegetal de marabú constituye una violación directa de los arts. 5.2 de la Carta de Derechos Fundamentales y 4 del Convenio Europeo de Derechos Humanos (CEDH), así como de los Convenios OIT 29 y 105. Además, la EU Forced Labour Regulation prohíbe expresamente la importación y venta de productos elaborados con trabajo forzoso. Una vez determinado la existencia del trabajo forzoso, como señala el informe, la entrada y comercialización en la UE del carbón vegetal de marabú debería estar prohibida según las normas de la EUFLR. En ese sentido, Javier Nart abogó por una “necesaria una campaña de concienciación y de denuncia contra las empresas españolas que se saltan las leyes españolas y de la Unión Europea”.

Blas Jesús Imbroda señaló que “Cuba somete y reprime a su pueblo, pero no sólo a su pueblo porque contribuye a qué suceda en otros países, convirtiéndolos en tiranías, como es el caso de Nicaragua o el de Venezuela, y exportando su modelo de control social y represión”, motivo por el que las democracias, la Unión Europea, no pueden permanecer impasibles ante otra violación de los derechos humanos como es el caso de esta nueva esclavitud. Recogiendo el testigo, el eurodiputado Antonio López Istúriz dijo que la polarización en el Parlamento Europeo y las simpatías de la izquierda con Cuba hacen muy difícil la toma de decisiones contra el régimen castrista: “La realidad es que un sector ideológico del parlamento se niega sistemáticamente a reconocer estos hechos y ha costado mucho conseguir que se hable de Cuba en la Comisión Europea de Derechos Humanos”.

Finalizada la presentación hubo un turno de preguntas en el que me dirigí al eurodiputado López-Istúriz para preguntarle si era posible un cambio por parte de la Comisión Europea después de la publicación de este informe, teniendo en cuenta el controvertido papel del anterior alto representante de la política exterior de la UE, Josep Borrell, con respecto a Cuba. Su respuesta fue tajante: “No. Kaja Kallas, aún influida por el legado recibido, dijo a principios de año que Cuba era más o menos una democracia imperfecta. Kallas, como es lógico por su origen báltico, está muy preocupada por el flanco oriental y por Ucrania, y su desconocimiento de los problemas hispanoamericanos es manifiesto. No obstante, he hablado con ella y he visto que tiene muchas ganas de escuchar, así que espero que podamos llegar en algún momento a una posición realista. Esa es la última esperanza que me queda, pero mientras tanto, no creo que en la Comisión vayan a cambiar mucho. Hay una doble vara de medir con un régimen como el de los Castro que lleva 80 años asesinando y torturando al pueblo cubano”.  

El informe completo puede leerse aquí.

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