La Europa de Giorgia Meloni: fronteras, seguridad, civilización

Estratégica, soberana, occidental. Roma vuelve al centro, la Italia de Meloni propone un modelo de Europa fuerte, cohesionada y enraizada en sus orígenes clásicos

Para los antiguos romanos, Europa no era una periferia, sino el corazón palpitante de su mundo. Era la patria y, al mismo tiempo, la frontera, el eje de la civilización y el límite que había que proteger. Las legiones desplegadas a lo largo del Rin y el Danubio no se limitaban a contener las incursiones bárbaras, sino que encarnaban la defensa de una idea profunda: un orden universal centrado en Roma, cuya legitimidad se basaba en la seguridad de los pueblos y la continuidad de la propia civilización.

Aunque la palabra «Europa» aún no tenía su significado moderno, el imperio ya comprendía un principio fundamental: no puede haber civilización sin fronteras, ni fronteras sin la voluntad de defenderlas. Esta intuición encierra la raíz del poder romano y, con la debida proporción, el nudo estratégico que la Europa actual está llamada a desenredar.

Hoy, en un mundo sacudido por guerras abiertas, amenazas híbridas y nuevas formas de imperialismo, resuena con urgencia una pregunta: ¿quién defiende a Europa?

La respuesta que emerge cada vez con más fuerza -también gracias al liderazgo italiano- es clara: Europa debe volver a defenderse. No se trata de desentenderse de los aliados, sino de volver a ser un socio creíble. No de renunciar a la OTAN, sino de hacerla más equilibrada, robusta e igualitaria. En una palabra: más occidental en el sentido más amplio.

En esta dirección se mueve la propuesta de Giorgia Meloni: construir un verdadero «pilar europeo de la Alianza Atlántica». No una alternativa al pilar estadounidense, sino un componente capaz por fin de soportar el peso de su propia seguridad.

Este punto de vista se aceptó formalmente en las conclusiones del Consejo Europeo de los días 26 y 27 de junio, donde la guerra de Ucrania se describió como un «desafío existencial para la Unión Europea». El término no es casual, sino que marca un punto de inflexión conceptual: Europa se redescubre a sí misma como un sujeto que hay que defender activamente, no sólo como un espacio que hay que administrar pasivamente.

En su discurso, Meloni lo expresó claramente: «Sin defensa no hay seguridad, sin seguridad no hay libertad, y sin seguridad y libertad tampoco puede haber prosperidad y bienestar».

Esta declaración marca la recuperación de una visión integral de la soberanía. No basta con la economía, ni con la integración burocrática. Sin una identidad capaz de autodefenderse, la Unión corre el riesgo de seguir siendo frágil, subordinada y dependiente.

Por eso el pilar europeo de la OTAN -apoyado por el gobierno italiano- tiene una doble función: estratégica y cultural. Estratégica, porque pretende construir una industria militar europea sólida, interoperable y con capacidades logísticas autónomas. Cultural, porque implica la recuperación de una conciencia colectiva: la de seguir siendo una civilización que merece ser defendida. Una civilización arraigada -como se hace explícito en el programa político del FdI- en sus raíces clásicas y judeocristianas, que deben reafirmarse hoy más que nunca.

En este pasaje se aprecia una lúcida línea de continuidad ideal con Roma, donde las legiones protegían no sólo las fronteras, sino los pueblos, y el concepto de defensa estaba indisolublemente ligado al de responsabilidad.

Aún hoy, el concepto de defensa europea va mucho más allá del mero horizonte bélico. Meloni lo deja claro: hablamos de inversiones en todos los frentes de amenazas híbridas: de la seguridad energética a la ciberseguridad, de la protección de las fronteras exteriores a la lucha contra el terrorismo, pasando por la salvaguarda de infraestructuras críticas. Es la nueva estrategia global de un «Imperio sin imperio», donde la soberanía no se ejerce sobre territorios conquistados, sino sobre intereses compartidos por pueblos libres.

E Italia, por su ubicación, su historia y su nueva credibilidad, es hoy el eje natural de esta transformación.

La línea esbozada por Giorgia Meloni en el Consejo Europeo no es una posición extemporánea ni la consecuencia de una emergencia. Es la aplicación coherente de una visión política bien definida, presente desde el programa electoral que llevó a Fratelli d’Italia a la victoria en 2022, y reafirmada en las elecciones europeas de 2024 .

Las siguientes líneas, hoy más actuales que nunca, ya enunciaban una política exterior basada en la protección del interés nacional, el pleno respeto de las alianzas y la defensa de la patria como requisito previo de toda libertad:

  • «Italia debe volver a ser protagonista en Europa, en el Mediterráneo y en el tablero internacional».
  • «Promover políticas comunes de defensa de la UE y el establecimiento de un «pilar europeo» de la OTAN».

La acción diplomática y estratégica llevada a cabo por el Gobierno -del pilar europeo de la OTAN a la centralidad del Mediterráneo, del Plan Mattei a la seguridad de las fronteras- no es una invención posterior, sino la aplicación ordenada de una visión a largo plazo.

Hay algo profundamente coherente, y quizá incluso simbólico, en el hecho de que la Conferencia para la Reconstrucción de Ucrania se celebre dentro de unos días en Roma. En la ciudad eterna -donde se forjó la idea de que la fuerza no es dominación, sino responsabilidad- los líderes europeos volverán a hablar no sólo de paz, sino también y sobre todo de seguridad y libertad.

Roma vuelve al centro. No por nostalgia, sino por función. No como la capital de un imperio perdido, sino como el corazón palpitante de una civilización que quiere defenderse, recuperar autonomía y coraje.

La defensa europea no es sólo una cuestión presupuestaria, ni un tecnicismo para los foros diplomáticos. Es una opción antropológica, cultural y espiritual. Es una señal de que Europa -como lo fue Roma- no se resigna a ser un ente pasivo en la historia, sino que pretende escribirla de nuevo.

Así que sí: defenderse no es sólo un deber. Es un acto de identidad.

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