¿Qué ha cambiado desde aquel 22 de octubre de 2022 que marcó para Italia el estreno de la primera mujer premier (y de derechas) de la historia de Italia? ¿Y qué puede cambiar de aquí a 2027?
Nadie tiene una varita mágica en la mano, ni una bola de cristal, pero probablemente puedan alinearse una serie de consideraciones objetivas.
En primer lugar, Italia recuperó una centralidad internacional que había perdido tanto con los gobiernos del Pd como, sobre todo, con los del M5, que habían puesto peligrosamente en duda el lugar tradicional de Italia en sus alianzas occidentales.
La cuestión de la inmigración se reconoce ahora como una emergencia común y ya no como una carga que debe soportar un solo país o los de primera llegada en virtud de un tratado que, de hecho, es injusto.
La transición energética ultraideológica iniciada por Timmersman, que entrega la UE en manos de las baterías chinas, es ahora unánimemente reconocida como peligrosa (tras las primeras advertencias avanzadas sólo por la derecha italiana) si no va acompañada de una estrategia global que equilibre los golpes de unos cambios demasiado rápidos como para no repercutir en los trabajadores y las empresas.
La atención del gobierno Meloni a África es estructurada, planificada y no ocasional, como demuestra el Plan Mattei, apreciado por muchos actores internacionales como la UE y EEUU, y entrelazado con las dificultades europeas en aquellas latitudes y la decisión francesa de abandonar el Sahel.
El Gobierno italiano es actualmente el más estable de Europa: Francia inicia ahora el experimento Barnier, después de que Macron perdiera las elecciones: Alemania se encamina al ocaso de la era Scholz para volver al liderazgo de la Cdu; España está liderada por alguien que no ganó en las urnas. Sin olvidar las elecciones estadounidenses que tendrán lugar en unos días.
En segundo lugar, la interrupción del grifo sin fin de la superbonificación permitió, por una parte, cerrar un abismo insano que, en cualquier caso, repercutirá en el margen de maniobra, pero, por otra, poner en marcha iniciativas selectivas y más justas, como la revalorización de las pensiones mínimas por encima del nivel de la inflación, el aumento de los salarios contractuales, la detracción de las primas de rendimiento y de las prestaciones complementarias, el apoyo a las familias en dificultad con la tarjeta «Dedicado a ti» y las compras AGEA, y el refuerzo de los poderes del supervisor de precios.
La decisión del primer ministro de iniciar tres maniobras rigurosas sin sobresaltos es un signo de madurez política, un hecho que deberían releer quienes, antes de las elecciones de 2022, agitaban el riesgo de la Troika para Italia.
Se ha reforzado la industria con una visión y no con medidas puntuales: Se han facilitado 29.000 empresas con la Nuova Sabatini; se ha aprobado el DL de materias primas críticas para controlar las cadenas de suministro y aumentar el abastecimiento de materias primas; se ha creado el Fondo de Economía Espacial y se han relanzado las dotaciones para proyectos con la Agencia Espacial Europea; se ha puesto en marcha el sistema de reconocimiento de IGP para productos artesanales e industriales; y se ha aprobado el Plan del Mar para relanzar la llamada economía azul.
En tercer lugar, el Gobierno de Meloni Uno ha intentado dar una perspectiva a medio-largo plazo que quede a disposición del sistema del país con la reforma del premier: no más gobiernos de baño que duran el espacio de un dodecamino, sino ejecutivos estables tanto para no mortificar el voto de los ciudadanos como para dar profundidad y estabilidad a un país que sea así más atractivo para los inversores. Y el éxito de los bonos del Tesoro lo demuestra ampliamente, con peticiones de más de 200.000 millones para bonos a 7 y 30 años.
La atención de los mayores gigantes mundiales por Italia y el Gobierno es un hecho, no una invención de algún periódico conservador.
En cuarto lugar, el papel del primer ministro, realizado con trabajo, dedicación y sin sombras. Queda mucho por hacer y nada de lo que se ha hecho es fisiológicamente perfectible. Pero este bienio demuestra que un gobierno dirigido por una derecha conservadora y un premier con autoridad es capaz de conducir la nave Italia en su mejor momento, en medio de tormentas internacionales y boicots internos.