Hace apenas dos semanas, Bruselas celebraba la victoria de su candidato en las elecciones presidenciales rumanas mientras miraba de reojo como Chega! se convertía en la segunda fuerza política de Portugal. La victoria de Rafal Trzaskowski, candidato de Plataforma Cívica y alcalde progresista de Varsovia, en la primera ronda de las elecciones presidenciales polacas, también fue motivo de alegría en Bruselas, pero empañada de preocupación porque el candidato conservador, Karol Nawrocki, quedó segundo y pisando los talones al delfín de Donald Tusk. Con casi un 70% de participación, Trzaskowski obtuvo el 31,36% de los votos, mientras que Nawrocki obtuvo el 29,54%. Menos de dos puntos de diferencia, a pesar de que las encuestas daban al alcalde de Varsovia una victoria mucho mayor.
El tercer y cuarto puesto recayeron en los candidatos de Konfederacja, Slawomir Mentzen, que obtuvo un 14.81%, y Gregorz Braun, con un 6.34%. En el campo contrario, ninguno de los tres candidatos del “centro” y la izquierda superó el 5%. Los números son muy claros y, si se repitiera la tendencia de la primera vuelta, la ventaja de Trzaskowski no sería suficiente para ganar la presidencia. Sobre el papel, parece evidente que los apoyos de Konfederacja deberían ir a parar a Nawrocki, que no tardó en pedir su voto para “salvar a Polonia” de Donald Tusk, pero Mentzen dejo claro que su partido no era la muleta de nadie y que los candidatos tendrían que convencer a sus votantes. Para ello, organizó un debate con Nawrocki y otro con Trzaskowski, que se emitieron en YouTube.
El debate entre Mentzen y Nawrocki transcurrió en un tono muy respetuoso y ambos coincidieron en muchas propuestas. Por ejemplo, en el rechazo al Pacto Verde Europeo y al acuerdo con Mercosur, la lucha contra la inmigración ilegal, la defensa del zloty, la moneda nacional polaca, y del pago en efectivo, el rechazo a las subidas de impuestos y a las leyes que limiten la libertad de expresión bajo la escusa del “delito de odio”. Nawrocki se presentó como independiente, algo que le ha hecho ganar popularidad entre los votantes de Konfederacja y no tuvo reparos a la hora de criticar algunas medidas de Ley y Justicia, como el confinamiento económico durante la pandemia y el aumento de impuestos. Terminado el debate, Nawrocki firmó una declaración en la que se comprometió a aplicar todas las propuestas comunes si es elegido presidente.
Por el contrario, el debate con Trzaskowski fue bastante tenso. El alcalde de Varsovia intentó eludir todos los asuntos difíciles y dio respuestas contradictorias y poco claras. Por supuesto, no firmó ni se comprometió a nada. No obstante, acabado el debate ambos fueron a beber una cerveza juntos a un local propiedad de Mentzen. Esto causó una cierta polémica de la que Mentzen quiso salir diciendo que eso es “normal en democracia”. El gesto no sentó bien en el entorno de Ley y Justicia, que acusó a Konfederacja de no apoyar explícitamente a Nawrocki. Mentzen zanjó la polémica el pasado miércoles, cuando colgó un nuevo video analizando la charla con los dos candidatos y señaló al alcalde de Varsovia: “No veo ningún motivo para votar a Trzaskowski. Es el hombre que representa las ideologías izquierdistas como la agenda LGBTQ: el hombre que quiere restringir la libertad de expresión y censurar las voces disidentes, etc.”. El mensaje a los votantes de Konfederacja es muy claro.
Aparte de los debates, el otro aspecto más llamativo de esta campaña ha sido la guerra sucia de los medios de comunicación progresistas contra Karol Nawrocki, en una campaña muy similar como la llevada a cabo contra George Simion en Rumanía. Se ha dicho absolutamente de todo contra el candidato conservador, desde hooligan a “prorruso”, y, por supuesto, “antieuropeo”. Lo de “prorruso” es directamente demencial cuando su nombre figura en la lista de los más buscados de Rusia por su papel clave, como director del Instituto Nacional de la Memoria, en la destrucción de monumentos soviéticos en Polonia. Una tarea que le ha hecho víctima de numerosas amenazas de muerte y por las que las autoridades le concedieron un permiso de armas.
Con respecto a la invasión rusa de Ucrania, Nawrocki no quiere enviar soldados polacos a Ucrania ni apoya su ingreso en la OTAN (esta es la única diferencia con Trzaskowski, que quiere su entrada en la OTAN, pero que ningún soldado polaco vaya a combatir allí, olvidando el artículo 5), pero sí es partidario de seguir ayudando a Ucrania con el envío de armas, como Polonia ha estado haciendo desde el inicio de la guerra. Esta no es precisamente una postura “prorrusa” y es la que mantienen otros gobiernos europeos de distinto signo, pero la izquierda a nivel global está intentando monopolizar la causa ucraniana y presentar a todos los conservadores como “prorrusos”. Puedo poner el ejemplo de España, donde se llegó a decir que Giorgia Meloni era la “candidata de Putin”. La otra gran mentira es el “antieuropeismo”, presentando la oposición al proyecto federalista y a las agendas de Bruselas como contrarias a los valores europeos. Parece difícil que esta campaña tenga un efecto similar al que tuvo en Rumanía, pero también busca usar el miedo para influir en los votantes.
La elección de Trzaskowski significaría el final del muro de contención con el que el presidente Duda ha mantenido a Polonia a salvo de la agenda progresista y revalidaría las políticas de Tusk, que ha perseguido a políticos conservadores, ha cerrado medios de comunicación y ha cortado la financiación del principal partido de la oposición. Trzaskowski es partidario del pacto verde y ha firmado 21 propuestas de los Verdes, como las prohibiciones a la calefacción de carbón, la promoción de insectos en la dieta, y las restricciones a los automóviles de gasolina; cree que la libertad de expresión debe estar regulada por leyes de “delitos de odio”; defiende la agenda LGBT y su introducción en las escuelas; es partidario de una legalización total del aborto y, por eso es el candidato de Bruselas, ceder soberanía a la Unión Europea en asuntos fundamentales como la energía o la lucha contra la inmigración ilegal.
Enfrente tiene a Karol Nawrocki, que defiende los intereses nacionales polacos, como su moneda, su independencia energética o sus fronteras, y que es el único que puede poner freno a la deriva autoritaria de Tusk.
Este domingo, Polonia no decide entre dos políticos distintos, sino entre dos modelos distintos: Mantener su independencia o entregarla a las agendas impuestas por Bruselas. ¿Soberanía o globalismo? Esa es la cuestión.