No pudo ser, la segunda vuelta de las elecciones rumanas dio la victoria al actual alcalde de Bucarest, Nicușor Dan, un candidato poco carismático y supuestamente independiente, pero respaldado por todos los demás partidos del establishment rumano y que recibió el apoyo incondicional de Bruselas. Las imágenes de Dan, ondeando una bandera de la UE en lugar de la rumana, son una señal evidente de donde radica la lealtad del nuevo presidente de Rumanía, pero también son una muestra de la campaña de miedo que se ha empleado para derrotar al candidato soberanista, George Simion: Nosotros somos Europa, ellos son la antieuropa.
Tras la primera vuelta y el sorprendente resultado por el enorme número de votos a favor de Simion, la campaña contra el candidato de AUR redobló sus esfuerzos. A pesar de las declaraciones de Simion a favor de la OTAN o de una paz con garantías para Ucrania, se le presentó como “prorruso”; a pesar de estar a favor de la permanencia de su país en la UE y de caminar de la mano de Giorgia Meloni, que ahora mismo es la política con mayor proyección en Europa, Simion fue señalado como “antieuropeo”. Durante mi estancia estos días en Bucarest, cubriendo las elecciones con el equipo de La Voce del Patriota, fui testigo, como muchos otros medios de comunicación, de muchas de estas declaraciones. El sábado, Simion dio una rueda de prensa informal de la que destacó algunos comentarios: “Haremos de la transparencia el nuevo Estado de Derecho”; “Mis primeras medidas irán destinadas a salvar la economía porque Rumanía va camino de la bancarrota”; “Estoy en la lucha contra los globalistas, pero mi prioridad son los pobres, un 33% de nuestra población vive en la pobreza y mi deber doméstico es ayudar a estas personas”; “No somos rusos y no tenemos experiencia en anexionar territorios. Rumanía se unificará con Moldavia si sus ciudadanos así lo deciden”.
Respecto al candidato cancelado en la primera vuelta, Calin Georgescu, Simion ha compartido algunos de sus puntos de vista sobre la soberanía nacional, pero se ha distanciado muy claramente en otros, como Vladimir Putin, al que ha calificado como un criminal de guerra que debería ser juzgado, o la pertenencia a la OTAN: “Necesitamos tropas estadounidenses y de la OTAN sobre el terreno, hoy, no mañana. Soy el único candidato que puede garantizar la permanencia de las tropas estadounidenses en Rumanía, donde no solo sirven como aliados, sino también como escudo para nuestra soberanía y la estabilidad en toda Europa del Este”. No obstante, el mensaje de los principales medios de comunicación y de muchos políticos europeos ha sido repetir una y otra vez que Simion quería sacar a Rumanía de la OTAN y la UE, y aliarse con Rusia, y ya sabemos que una mentira repetida mil veces acaba por convertirse en verdad.
Este mensaje, traducido para el ciudadano de la calle, significaba el fin de los fondos europeos para Rumanía y el seguro hundimiento del país en la más absoluta miseria, y esa mentira ha calado, como demuestra la participación de más de dos millones de personas que no habían votado en la primera vuelta, e incluso en votantes conservadores que han optado por la candidatura progresista por miedo a lo que podía pasar. Las advertencias frente a la vuelta del “fascismo” y la “ultraderecha”, tan habituales en Europa Occidental, también han sido repetidos hasta la saciedad, pero parecen tener un efecto cada vez menor en una población harta de que absolutamente todo sea “ultraderecha”. Por supuesto, ha habido irregularidades, como la inclusión de una cantidad enorme de personas fallecidas en el censo electoral, pero el miedo, no el fraude, ha sido el gran vencedor de estas elecciones.
Ese mensaje, por el contrario, no ha calado del mismo modo en la diáspora rumana. En Europa Occidental, Simion ha ganado prácticamente en todos los países, y en algunos casos, como España o Italia, de forma muy contundente. A diferencia de muchos rumanos que residen en su país, los que viven en la UE saben que Bruselas no es sólo un proveedor de fondos, sino que conlleva una serie de agendas ideológicas que no son del agrado de una sociedad conservadora, como lo es la rumana. Por el momento, esas agendas no se han impuesto en Rumanía con el mismo empeño que en otros países europeos, cuando eso suceda, muchos rumanos que votaron a Nicușor Dan volverán sus ojos a George Simion.
Seguimos los resultados electorales en la sede de AUR en el senado rumano donde, como es lógico, el desánimo comenzó a crecer según avanzaba el escrutinio. La derrota ha sido dura, pero no podemos perder la perspectiva de lo que ha logrado AUR en los últimos años. El partido nació en 2019 y entró en el Parlamento Rumano al año siguiente con un 9% de los votos. En sólo cinco años, AUR es ya la segunda fuerza política y ha disputado hasta el último momento la presidencia de Rumanía contra la unión de todos los demás partidos políticos. Es una gesta increíble y AUR ya es conocido, de una forma u otra, por todos los rumanos, y esa es su mayor victoria.
George Simion salió de su despacho una vez que los resultados fueron definitivos y visiblemente emocionado se dirigió a todos los que nos encontrábamos presentes: “Lucharé con vosotros en todas las batallas que tenemos por delante. Esta batalla ha terminado, pero estaré hombro con hombro con vosotros en las que están por venir”. AUR ha perdido una batalla que hace unos meses no habría soñado que podría librar, pero la guerra no ha terminado. Si AUR logra capitalizar el voto del descontento de millones de rumanos contra el establishment que ha arruinado a su país, no pasará mucho tiempo antes de que se convierta en la primera fuerza política y sea determinante para el futuro de Rumanía. En esta ocasión, ha ganado el miedo y los progresistas pueden respirar tranquilos, pero la pregunta que deben hacerse en Bruselas es: ¿Hasta cuándo?