Corea del Norte, con motivo de una visita al lugar del dictador Kim Jong-un, difundió imágenes de una de sus instalaciones dedicadas al enriquecimiento de uranio con fines militares. No está claro si se trata de los ya conocidos complejos nucleares de Kangson, cerca de Pyongyang, y Yongbyon, al norte de la capital norcoreana, o si estamos ante una tercera y nueva instalación. Kim Jong-un, según la agencia estatal de noticias KCNA, visitó la sala de control de la base de enriquecimiento para conocer el funcionamiento general de las líneas de producción y dijo sentirse fuerte al ver el dinamismo de la planta.
Kim también instó a seguir aumentando el número de centrifugadoras para incrementar «exponencialmente» la fabricación de armas nucleares. Puede que sólo sea otro acto de propaganda de un régimen que siempre necesita mostrar sus músculos al mundo y al menos parecer fuerte y amenazador para sobrevivir, pero conviene no subestimar nunca a la Corea del Norte del hijo del «querido líder» Kim Jong-il y nieto del «presidente eterno» Kim Il-sung, (la de Pyongyang es una especie de monarquía comunista que pasa de padres a hijos).
Kim Jong-un, mucho más que su padre y su abuelo, ha esgrimido la amenaza nuclear en varias ocasiones y es creíble que el sistema supervisado por el regordete tirano funcione a la perfección, como afirma la KCNA, porque la dictadura norcoreana puede pasar por alto el hecho de que sus ciudadanos se las arreglan con un tazón de arroz al día, pero sabe ser militarmente eficiente. Como no tienen que rendir cuentas a la oposición ni a un público libre, no tienen que pensar demasiado en la situación social y económica, y pueden ocupar todo su tiempo en la producción, el uso y la compra de armas.
El Irán fundamentalista de los ayatolás no es muy diferente de la Corea de los Kim. Los fundamentalistas chiíes de Teherán ignoran no sólo los derechos y libertades que conculcan, sino también la estabilidad económica de los iraníes, y siempre han tenido un único objetivo: convertir a Irán en una potencia regional movida por el odio antioccidental, especialmente antiamericano y antiisraelí (para Teherán, el Estado de Israel es la entidad sionista que debe desaparecer del mapa), y también por el designio de doblegar a los demás musulmanes, a los suníes y especialmente a sus monarquías del Golfo Pérsico. El apoyo iraní, militar y financiero, prestado al terrorismo de Hamás, Hezbolá y cualquier otro grupo armado capaz de infligir daños a Israel y a los intereses occidentales nunca ha sido un secreto. Donde y cuando pueden, los ayatolás se insertan indirectamente en los diversos conflictos del mundo y para apoyar todo lo que vaya contra Occidente, las democracias y el Estado judío. La inteligencia estadounidense informa de que Irán ha estado entregando aviones no tripulados Shahed a Rusia desde 2022, es decir, desde el comienzo de la guerra en Ucrania, para su uso en la batalla, pero ahora también se habla de un suministro de misiles balísticos.
Estados Unidos ha advertido a sus aliados europeos sobre la transferencia de misiles balísticos de corto alcance a Rusia para su uso en el conflicto ucraniano. La contribución iraní a la escalada de la guerra y al aumento de los peligros más allá de Oriente Próximo hacia Europa es evidente. Durante años, Estados Unidos ha mantenido la lista de Estados canallas, modificada periódicamente con adiciones o supresiones. Así, los Estados canallas son etiquetados como partidarios de políticas y proyectos militares desestabilizadores, no sólo para Estados Unidos, sino para todo el mundo. La ayuda y la complicidad en agresiones ilegítimas, como la rusa en Ucrania, el apoyo al terrorismo internacional y la carrera armamentística, especialmente la nuclear, convierten a un Estado en un rogue state, y tanto Irán como Corea del Norte han figurado siempre en esta lista elaborada en Washington. El presidente estadounidense que más insistió en la necesidad de vigilar los movimientos de los Estados delincuentes fue, sin duda, George W. Bush, que dirigió Estados Unidos de 2001 a 2009.
Como es bien sabido, Bush hijo se encontró al frente de Estados Unidos en uno de los periodos más difíciles de la historia de las barras y estrellas y del mundo. Tuvo que hacer frente al atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York el 11 deseptiembre de 2001, (hace sólo unos días se cumplió el aniversario de este dramático suceso), y enfrentarse al terrorismo islámico internacional de Al Qaeda. Inició las guerras de Irak y Afganistán, su lucha contra el terror tuvo muchos partidarios, pero también, quizá en igual medida, muchos detractores, y el presidente republicano recibió también la desaprobación por sus denuncias de los Estados canallas. Los detractores más exagerados de Bush lo describieron como un belicista irresponsable peleado con el planeta y el imperialista yanqui de siempre, pero el 43º Comandante en Jefe tenía razón, dada la magnitud de los complots que siguen implicando a capitales como Teherán y Pyongyang. Además de los dobles y triples juegos de Rusia y China, conviene vigilar a aquellos países más pequeños que sólo se centran en la carrera armamentística y que, por ello, no son menos peligrosos que las grandes autocracias.